Me han partido la cabeza muchas veces, he partido cráneos varias veces. Mi vida está llena de violencia, no te lo puedo negar, pero es por defender en lo que creo.
Azul de corazón, llevo a Emelec tatuado en mi pecho y la Gloriosa Boca del Pozo en mi espalda, soy un maldito barra brava.
Da igual si me insulta la gente, soy un atorrante, me rapo la cabeza, soy skinhead y lo disfruto. Disfruto el buen vestir, la buena cerveza y la musica negra. Soy amante del jazz, reggae, ska, blues, rocksteady, entre otros. Para muchas personas soy culto, tengo mi profesión, toco un instrumento musical respetable -el violín y piano- además de tener un buen trabajo y codearme con la alta sociedad, pero los fines de semana soy un revoltoso.
Nací así, atorrante y vago, cada domingo iba al estadio apoyar a mi equipo, al Bombillo. No me importaba nada, no me importa si era el cumpleaños de mi madre, o el aniversario con mi novia, Emelec siempre estuvo primero.
Varias veces tuve peleas, varias veces me partieron la cara, otras yo partí y disfrutaba haciéndolo. No por sádico, sino por amor a esos colores, ese amor que mucha gente no entiende.
Es que para mi Emelec es como una mujer, me da felicidad y tristezas, y por ese equipo yo muero, por ese equipo yo mato.
Un día, caminando por las calles de Quito con mi grupo de la barra, un grupo de serranos liguistas nos quiso emboscar. Daba risa ver a niñatos todos flacos queriendo pelear, las bancas de un restaurante comenzaron a volar, y los guayacos que habían llegado alentar a su equipo, comenzaron a romper cabezas de serranos maricones.
Me toco con un tipo, de unos 23 años, yo tenía mis 17 años y estaba listo para mi primera pelea fuera de mi ciudad, debías pararte y luchar hasta el final, no podías correr ni mucho menos dejar que te roben tu camiseta, debías dejar tu vida en esa pelea.
Recuerdo que con mi mano derecha tomé una silla de aluminio, no estaban encadenadas a la mesa como en Guayaquil, y se la lancé a ese tipo, agacho la cabeza pero una pata le alcanzó a dar y su ceja comenzó a sangrar.
Miré y todo se paralizó, pero no podía pararme a pensar, eso te caga en una pelea. Así que levante mi pierna y de una patazo le partí la nariz y lo mandé al suelo, comencé a darle golpes pero reaccionó y de un golpe me tumbo, sentí mi labio hinchado, pero eso me dio más fuerzas.
Nos paramos, nos miramos a la cara de corriendo golpee mi cabeza sobre su estómago y lo choqué contra un carro, las alarmas comenzaron a sonar, los vidrios de los carros se comenzaron a partir y mis puños no podían dejar de golpear ese rostro ensangrentado, cuando cayo sentado al suelo lo único que puede hacer fue quitarle la camiseta, escupirle en la cara y largarme.
Los pacos llegaron la lugar y las motos atrás nuestro nos comenzaron a seguir, llegamos justo a la caminata hacia el estadio, nos mezclamos y no nos encontraron.
La adrenalina de ese día nunca la voy a olvidar, nunca pensé sentirme tan vivo y darme cuenta de que cuando te dan un puto golpe, cuando te parten la boca o destrozas tus nudillos en la cara de otra persona te sientes tan libre.
Y así, me volví adicto a la violencia, me volví adicto a alentar a mi equipo, y seguiré siendo un maldito, atorrante y violento barrista hasta el día que me muera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario