martes, 28 de agosto de 2012

L'amour est un oiseau rebelle. Partie 1

Tal vez no seamos nada, tal vez todos seamos los raros en esta vida y los misterios sean cosas que siempre hemos ignorado. Tal vez los árboles piensen, o tal vez los animales sean nuestra evolución. Tal vez ignoramos que somos el experimento de algún ser superior, o tal vez simplemente seamos un sueño.
Quizás nuestra realidad sea eso, un simple sueño. Y ¿como saberlo? ¿como saber que todo nuestro mundo y vida es un sueño? ¿como saber que estamos soñando pero no podemos despertar? ¿y si tal vez la muerte, no sea la muerte, sino el despertar?.
Maldita sea, todo es tan confuso, no puedo evitar pensar en esto mientras veo el mismo árbol, en el mismo parque y desde la misma hora. Era una rutina que no asesinaba, era una rutina que me gustaba.

Era un parque como cualquier otro, había césped y varios árboles, unas cuantas bancas y un lago artificial con un pequeño muelle para canoas en forma de cisne. Mi banca favorita estaba bajo la sombra de un pequeño árbol, al pie del lago con una vista en donde contrastaba un gran árbol con edificios a su alrededor. A esta hora las luces de los edificios juegan con las pequeñas olas que crean las máquinas de oxígeno, mientras pocas personas caminan por el parque, de una manera apurada, sin detenerse a contemplar las pequeñas bellezas que suele otorgar la vida en una ciudad.

Hace una semana, a esa misma hora, una joven de tez blanca, cabello castaño claro, ojos grandes pero de linda forma, se sentaba a observar, tal vez, el mismo panorama que yo tanto amaba. Su mirada se perdía entre las olas del lago, y yo me preguntaba si sentía lo mismo que yo, si pensaba lo mismo que yo, si amaba lo mismo que yo.

En mi cabeza nunca había girado tanto una persona, si me he enamorado, pero desde hace mucho tiempo había guardado mis sentimientos en un cajón y de alguna manera una completa extraña hacía sentir a mi alma en paz, debía hablarle.

¿Que carajo le digo? ¿Como me le acerco? ¿Y si se asusta?. ¡Maldición! no puedo creer que mi mente sea un cóctel de hormonas y pensamientos incoherentes. Me asusta la idea de que no sea lo que yo pienso, que no ame, ni sienta como yo y que esté completamente equivocado. El miedo comienza a invadirme mientras me veo en el espejo, mientras acomodo mi camisa y me peino. Tal vez no valga la pena hacerlo, tal vez sea mejor dejarla en el misterio de saber quien es y crear una realidad en donde sea la perfecta mujer inalcanzable para mi. Tanto viaja mi mente en pensamientos de rencor hacia el pasado y analiza los pro y contra de una nueva relación que, hace poco, sé que estoy en el parque, caminando hacia ella.

-Hola, mucho gusto, soy Claudio. Necesito conocerte- le dije mirándola a los ojos y sin pensar lo que hacía. De pronto mi mente comenzó los reproches hacia la gran estupidez que creía había cometido. ¿Que idiota se acerca y, en tono de obligación, le dice a una perfecta desconocida que "necesita conocerla"?.
-El gusto es mio, y yo también quería conocerte. No se si suene atrevido, pero te he observado mirar el lago con amor- me dijo con una sonrisa tímida en la cara.
-Me tengo que ir, le dejo mi número. No me llame por las mañanas- se despidió y se marcho, dejándome mudo y enamorado.

jueves, 9 de agosto de 2012

En la cima de la ciudad

Los lugares menos esperados suelen ser los más hermosos. Aquellos donde solo estas contigo mismo y escuchas los ruidos de la naturaleza. Donde vez la división de lo que eramos antes y lo que somos ahora. En esos lugares donde el tiempo ha hecho su trabajo pero también se ha paralizado como tomando un descanso para contemplar la belleza tras la puesta del sol.

Sentado en el techo, con una botella con agua, una guitarra y mi voz. No soy buen cantante, pero la guitarra soluciona la mayor parte del problema. Entre acordes y hermosas poesías de aquellas épocas donde una canción se sentía en el alma, pienso en ella, tal vez una ilusión o tal vez simplemente un gusto, pero en ese momento la mente no manda, en ese instante, la mente no sirve de nada y solo piensas con el corazón.

Al mirar al horizonte el sol se despide de mi, en sus últimos rayos hacia mí, mientras se esconde detrás de dos montañas en el horizonte y le da paso a la oscuridad. Comenzó el desfile de luces.
Los pequeños destellos que alejan la oscuridad de las personas, cada casa prende su lucero de esperanza y la penumbra queda marginada en aquellas esquinas oscuras. Y solo se mueven las luces de los carros en un tráfico infernal, acá no importa nada, solo disfrutar.

La oscuridad se da cuenta de mi presencia y me envuelve en sus redes, este es el anuncio de partida, pero el miedo a quedado olvido y sigo sentado pensando en cada una de las personas que viven en cada casa que mis ojos pueden divisar, un millar de personas, un millar de mundos diferente, un millar de sentimientos, un millar de pensamientos y muchos iguales, pero siguen siendo solitarios. Algunas viven sin pensar en eso, sin preguntarse "¿Existirá otra persona que piense, sienta o sufra lo mismo que yo?" para luego caer en la misma respuesta egoísta y vana de un "NO".
Mundos diferentes que muy pocos se encontraran, muy pocos se miraran a los ojos caminando por la calle y muchísimos pocos cruzaran palabras en toda su vida. Tal vez los hilos rojos estén y permanezcan tan tensos que nunca se unirán, tal vez mi hilo rojo esté en varias casas, tal vez nunca los conozca pero sabrá, en mi día de despedida, que fui parte de algo, aunque no me conozcan, me sentí parte de un mundo, de millares de mundos distintos.