jueves, 9 de agosto de 2012

En la cima de la ciudad

Los lugares menos esperados suelen ser los más hermosos. Aquellos donde solo estas contigo mismo y escuchas los ruidos de la naturaleza. Donde vez la división de lo que eramos antes y lo que somos ahora. En esos lugares donde el tiempo ha hecho su trabajo pero también se ha paralizado como tomando un descanso para contemplar la belleza tras la puesta del sol.

Sentado en el techo, con una botella con agua, una guitarra y mi voz. No soy buen cantante, pero la guitarra soluciona la mayor parte del problema. Entre acordes y hermosas poesías de aquellas épocas donde una canción se sentía en el alma, pienso en ella, tal vez una ilusión o tal vez simplemente un gusto, pero en ese momento la mente no manda, en ese instante, la mente no sirve de nada y solo piensas con el corazón.

Al mirar al horizonte el sol se despide de mi, en sus últimos rayos hacia mí, mientras se esconde detrás de dos montañas en el horizonte y le da paso a la oscuridad. Comenzó el desfile de luces.
Los pequeños destellos que alejan la oscuridad de las personas, cada casa prende su lucero de esperanza y la penumbra queda marginada en aquellas esquinas oscuras. Y solo se mueven las luces de los carros en un tráfico infernal, acá no importa nada, solo disfrutar.

La oscuridad se da cuenta de mi presencia y me envuelve en sus redes, este es el anuncio de partida, pero el miedo a quedado olvido y sigo sentado pensando en cada una de las personas que viven en cada casa que mis ojos pueden divisar, un millar de personas, un millar de mundos diferente, un millar de sentimientos, un millar de pensamientos y muchos iguales, pero siguen siendo solitarios. Algunas viven sin pensar en eso, sin preguntarse "¿Existirá otra persona que piense, sienta o sufra lo mismo que yo?" para luego caer en la misma respuesta egoísta y vana de un "NO".
Mundos diferentes que muy pocos se encontraran, muy pocos se miraran a los ojos caminando por la calle y muchísimos pocos cruzaran palabras en toda su vida. Tal vez los hilos rojos estén y permanezcan tan tensos que nunca se unirán, tal vez mi hilo rojo esté en varias casas, tal vez nunca los conozca pero sabrá, en mi día de despedida, que fui parte de algo, aunque no me conozcan, me sentí parte de un mundo, de millares de mundos distintos.

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