sábado, 23 de noviembre de 2013

Belleza del sur.

"Neuquén, Quimey Neuquén" una linda melodía envuelve el ambiente, la brisa acaricia mi piel y el sol besa mis labios como ayudándolos a no congelarse. En mis espaldas se levanta imponente un bosque de robles, canelos, pinos, eucaliptos y araucanas; mis pies penetran en la arena helada, el agua cristaliza del lago Llanquihue besa mis pies, mientras una cerveza es mi compañera de soledad.

Una conexión natural y pura con la naturaleza, alejado de la mano del hombre y toda la perversión de la ciudad, las mentiras y el deterioro cotidiano, acá no existen las penas, el dolor o la hipocresía, estas aguas cristalinas no pueden ser contaminadas. 

Siempre he creado mi propia religión, mi propia respuesta de que hago en este lugar, a veces pensando en que podría cambiar o en que mejor. Extrañando pasajes de mi vida, extrañando personas que están y que nunca volverán, extrañando la inocente de mi infancia.

¿Acaso nunca se han puesto a escuchar la música de la naturaleza? No quiero sonar muy "ecologísta" pero la Pacha Mama o quien sea que controle todo esto, es sabio. Siempre, por más que nosotros no queramos, el canto de las aves, el sonido del viento chocando contra los árboles y las pocas olas contra la arena se coordinan creando una melodía, la melodía más pura, más divina, que un ser humano pueda escuchar. ¿Somos sordos? No me importa, esto es bello, esto es divino, esto es el significado de perfección. 

Me levanto y camino un poco, la arena sigue helada pero se ha enamorado de mis pies, el viento ahora juega conmigo y mis ojos no pueden dejar de ver un sol naranja, grande, majestuoso ocultándose detrás del Osorno. ¿Pueden describir algo mucho más bello? 

La noche cae, el frío acogedor del sur del continente abraza mis huesos, es hora de regresar al pueblo, preparar un café, leer un poco y salir por un vaso de vino con mis seres queridos. 

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